El domingo 31 de diciembre de 1972, Clemente y cuatro personas más,
abordaron un avión de carga cuatrimotor a hélices DC-7 en San Juan,
Puerto Rico, que viajaría a Nicaragua... A las 21:22 horas, la aeronave
desapareció del radar.
En ese avión iban el piloto (Jerry
Geisel), el copiloto (Arthur Rivera, dueño del avión), la estrella
ligamayorista, un amigo y un mecánico, quienes llevaban contenedores con
alimentos, ropa y medicinas, que eran para los damnificados del
terremoto que destruyó Managua el 23 de diciembre.
El avión se estrelló en las aguas del Océano Atlántico a una milla y media del Aeropuerto Internacional de Isla Verde.
Según
reportes de la Marina, el problema se presentó justo en el momento en
que el aparato viraba hacia la izquierda, una maniobra normal cuando el
destino era hacia el norte o el oeste.
Tras el accidente, dos
barcos y dos helicópteros comenzaron con la búsqueda del avión con la
esperanza de encontrar con vida a los ocupantes, aunque era algo
sumamente complicado, ya que era de noche y el mar estaba sumamente
violento.
Al llegar la mañana, varias embarcaciones privadas se unieron a la búsqueda, desafiando las condiciones del mar.
Miles
de personas fueron a la Playa de Boca de Cangrejos para observar el
trabajo que realizaban los cuerpos de rescate, esperanzados en que
tuvieran éxito.
Con el paso de las horas y los días, pocas cosas
se encontraron, solo algunas partes del avión, maletas y chalecos
salvavidas, pero no había rastros de los ocupantes.
Ante eso, fue necesario la intervención de buzos de la Marina.
Tres días después, finalmente se encontró el primer cuerpo, fue el del piloto.
El 4 de enero finalmente se pudo hallar la aeronave, estaba a 40 metros de profundidad.
Las violentas olas y la poca visibilidad bajo el mar, hicieron muy
complicado accesar a ella, pero lo que se confirmó fue que el avión se
despedazó al hacer contacto con el agua.
Según testimonios recogidos en aquella época, el avión presentó cuatro explosiones antes de caer.
Los
trabajos continuaron y fue necesario utilizar un equipo de sistema de
sonar, que llegó de Estados Unidos, mismo que ayudó a ubicar la cabina
el viernes 5 de enero, pero sin rastro de los otros tres tripulantes.
También fueron hallados el fuselaje y la cola, que estaban a 400 metros del lugar donde apareció la cabina.
Se
cumplió una semana del accidente y se sabía que era casi imposible
encontrar a alguien con vida, pero lo que se buscaba ahora era poder
hallar los cuerpos de los otros cuatro tripulantes.
El tiempo pasaba y no había resultados, por lo que era inevitable que llegara el momento en que se suspendiera la búsqueda.
El viernes 12 de enero se marcó como el último día... y como había sucedido anteriormente, no se tuvo éxito.
Fue entonces cuando ese día se dio la dura y triste noticia.
La Marina de Guerra de los Estados Unidos confirmó que abandonaba la
búsqueda del cuerpo de Roberto Clemente, del copiloto, de un mecánico y
de un amigo del pelotero.
Así, el mar decidió que era en ese sitio en donde el legendario jugador de Grandes Ligas iba a tener su tumba.
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