El fútbol en México no es un deporte. Es un negocio muy lucrativo.
Los jugadores de la selección mexicana no son los mejores. Son los mejor recomendados.
La elección de cada integrante de la selección obedece más a una de estrategia de marketing que deportiva.
Las dos grandes televisoras ponen y quitan a los jugadores. Nunca lo hace un técnico de fútbol.
El técnico de fútbol, no obedece a sus conocimientos, solo acata órdenes de una directiva de empresarios.
La
selección completa se integra días antes del mundial. Entre los
jugadores no hay entendimiento, no se conocen uno al otro y por ende la
técnica no aparece.
No hay antes años de concentración entre los
25 jugadores y su técnico. No hay fogueo, no hay entrenamiento mental.
Juega una selección que no se conoce así misma.
Las dos
televisoras bombardean a los mexicanos con anuncios publicitarios,
ganando millones de pesos y sus comentaristas convierten a los jóvenes
jugadores en héroes sin serlo.
El jugador llega a la sede del
mundial ya con mucha carga emocional encima. Representar a todo un país
lleno de esperanza. Sale a la cancha se siente un David contra Goliat.
No está preparado deportiva y mentalmente para semejante hazaña. Se
derrotan mucho antes del primer gol.
Y concluyo coincidiendo con
este escritor: “Cuando veo futbol, veo a 22 millonarios que corren y, a
su alrededor miles de personas que pierden todos los días”. Nada tan
acertado lo escribe Jorge Lanata.
Sigue en pie un pueblo, que lo
último que pierde es la esperanza vendida por los comentaristas que
hacen héroes de arena. Cuando el fútbol sea en México un deporte, otra
será la historia de la selección mexicana.
Por: JOALMARSANZ
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