Convención Ministerial para Promover la Libertad de Religión Declaración de Potomac


Preámbulo:
El Artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos proclama que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. La libertad de vivir de acuerdo a nuestra propia fe es un derecho humano otorgado por Dios a cada persona. La libertad de buscar lo divino y actuar en consonancia con ello —incluido el derecho de una persona a actuar en consonancia con su conciencia— es parte de la esencia de la experiencia humana. Los gobiernos no pueden justamente arrebatarla. Al contrario, cada nación comparte la solemne responsabilidad de defender y proteger la libertad de religión.
Hoy, nos encontramos lejos del ideal promulgado en la Declaración Universal de Derechos Humanos de hace 70 años —de que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”. Este derecho está siendo atacado en todo el mundo. Según informes, casi el 80 por ciento de la población global sufre duras limitaciones a este derecho. La persecución, represión y discriminación basadas en religión, creencia, o falta de creencia, son una realidad diaria para demasiados. Ha llegado el momento de abordar directamente estos desafíos.
Defender la libertad de religión o creencia es una responsabilidad colectiva de la comunidad global. La libertad de religión es esencial para lograr paz y estabilidad dentro de las naciones y entre las naciones. Donde se protege la libertad de religión, prosperan también otras libertades —como la libertad de expresión, asociación y reunión pacífica. Las protecciones para ejercer una religión libremente contribuyen directamente a la libertad política, el desarrollo económico y el estado de derecho. Donde no hay protección, hay conflicto, inestabilidad y terrorismo.
Nuestro mundo es también un mejor lugar cuando la libertad de religión prospera. La creencia y la expresión religiosa individual y comunitaria han sido esenciales para el florecimiento de sociedades a lo largo de la historia humana. Las personas de fe juegan un papel vital en nuestras comunidades. La fe y la conciencia motivan a las personas a promover la paz, la tolerancia y la justicia, ayudar a los pobres, cuidar de los enfermos, amparar a los que se sienten solos, participar en debates públicos, y servir a sus países.
La libertad de religión es un derecho humano de largo alcance, universal y profundo que todas las personas y naciones de buena voluntad deben defender por todo el mundo.
Teniendo esto en cuenta, el Presidente de la Convención Ministerial para el Avance de la Libertad de Religión (Ministerial to Advance Religious Freedom) declara que:
Toda persona en todas partes tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión. Toda persona tiene derecho a mantener cualquier fe o creencia, o ninguna en absoluto, y de tener la libertad de cambiar de fe.
La libertad de religión es universal e inalienable, y los estados deben respetar y proteger este derecho humano.
La conciencia de una persona es inviolable. La libertad de religión radica en el derecho a la libertad de conciencia, según lo establecido en los documentos internacionales sobre derechos humanos.
Las personas son todas iguales en base a su humanidad compartida. No debería existir discriminación alguna por causa de la religión o creencia de una persona. Toda persona tiene derecho a igualdad de protección bajo la ley independientemente de su afiliación religiosa o de no tener afiliación alguna. La ciudadanía o el ejercicio de los derechos humanos y libertades fundamentales no deberían depender de la identificación o herencia religiosa.
La coacción dirigida a obligar a una persona a adoptar cierta religión no es consecuente con el derecho a la libertad de religión y es una violación de la misma. Amenazar con fuerza física o sanción penal para obligar a creyentes o no creyentes a adoptar creencias diferentes, a renunciar a su fe, o a revelar su fe, es totalmente contrario a la libertad de religión.
La libertad de religión se aplica a todas las personas como individuos poseedores de tal derecho. Los creyentes pueden ejercer este derecho solos o en comunidad con otros, y en público o en privado. Aunque las religiones no poseen derechos humanos en sí, las comunidades religiosas y sus instituciones son beneficiarias a través de los derechos humanos que poseen sus individuos miembros.
Las personas que pertenezcan a comunidades de fe, así como los no creyentes, tienen derecho participar libremente en el discurso público de sus respectivas sociedades. El hecho de que un estado establezca una religión oficial o fe tradicional no debería impedir la libertad de religión ni fomentar la discriminación contra partidarios de otras religiones o contra no creyentes.
Gozar activamente de la libertad de religión o creencia abarca muchas manifestaciones y una amplia gama de prácticas. Estas incluyen el culto, celebración, oración, práctica, enseñanza y otras actividades.
Los padres y tutores legales tienen la libertad de velar por la educación religiosa y moral de sus hijos conforme a sus propias convicciones.
La religión juega un papel importante en la historia común de la humanidad y en las sociedades actuales. Los sitios y objetos de patrimonio cultural importantes de prácticas religiosas pasadas, presentes y futuras deberían ser preservados y tratados con respeto.

Ver contenido original: https://www.state.gov/j/drl/irf/religiousfreedom/284554.htm

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