MONSSERRAT
ADICTA EN
RECUPERACIÓN
Esta
joven de 27 años de edad refiere que se inició en las drogas a los trece años con
el uso de la mariguana y a los 18 años empezó a consumir metanfetaminas; a los
20 años dejó de consumir y recayó para dejar de consumir hace aproximadamente
un año, tiempo que lleva "limpia".
El
consumo de drogas le hizo tocar fondos: se salió de su casa y dejó a su
familia, para irse con sus amigos que según ella la cuidaban y la querían, pero
en verdad lo único que hacían era acompañarla a drogarse y a hacer muchas cosas
indebidas que la llevaron a la cárcel, al hospital y a un centro de
rehabilitación, gracias a este último ahora está aquí, libre.
“Al
principio yo culpaba mucho a mis papás por mi familia disfuncional, porque mi
papá se fue de la casa, se fue con otra persona. Mi mamá se hizo una persona
muy reseca, nada más ella estaba en sus cosas, en su trabajo, y su persona,
porque una atención no había, entonces yo tomé la puerta fácil, dije, pues me
voy, me salgo de mi casa, dejo la escuela. Yo tengo gente que si me quiere, que
son mis amigos, entonces empiezo a consumir, empiezo por consumir mariguana y
terminó consumiendo esta otra droga, porque yo quería algo más fuerte, algo que
realmente no me tuviera en vida, yo lo hacía para perderme”
Nunca
dormía, no me daba hambre, solo tenía que estar tomando agua para que mi cuerpo
no se sintiera débil, al día siguiente, al sentir ansiedad y dolor de huesos,
tenía que hacer muchas cosas que a mí no me gustaban, para poder volver a
consumir la droga y entonces me sentía menos tensa, menos triste, menos
enojada. Para mí eso era algo bueno. Al momento en que la fumaba me sentía
relajada, sentía los ojos muy abiertos y la boca seca, pero los sentidos
se ampliaban, veía todo muy cerca y
escuchaba todo, pero esto me ocasionaba paranoia, veía cosas y me daba mucho
miedo.
“Ya
comenzaba a ver cosas y personas que no estaban, que no existían. Hubo un
momento en que estuve en mi casa, me drogué tanto esa noche, no sé qué
cantidad, no podría decir una exacta, pero si fue bastante, entonces al día
siguiente me asomé a la ventana y veo que hay unas personas arriba de la
azotea, entonces yo me empiezo a asustar y empiezo a escuchar voces adentro de los cuartos, en el cuarto de
mis hermanos, en mi cuarto y adentro del closet también escuchaba movimiento y
escuchaba gente, entonces yo me empecé a asustar, porque dije, estoy sola,
estoy escuchando la voz de mis hermanos y mis hermanos no están.
Empecé
a abrir el closet, buscaba debajo de las camas y yo gritaba Salgan, ya sé que
están ahí escondidos, por qué están tanto tiempo escondidos, ya sálganse de
ahí”. Hubo un momento en el que me asusté tanto, y pensé que ya estaba mal y
que estaba llegando a un punto en el que me iba a volver loca y fue entonces
que pedí ayuda, no directamente, pero ya quería salirme de esa adicción, que es
frustrante. Fue un momento de locura muy feo.
La
ansiedad por no consumir te desespera y empiezas a gritar, te vuelves agresivo,
violento, con los amigos, con tu familia, ofendes “Yo empezaba a hacerme una persona muy agresiva con mis amigas, de que
me decían algo y ya las quería golpear porque me estaban diciendo que estaba
muy mal, que andaba muy perdida. Con mi mamá, le gritaba mucho, la ofendía
demasiado, llegó un momento en que me dieron ganas, gracias a Dios no lo hice,
pero yo pensaba hacerlo, hasta de levantarle la mano, golpearla para que se
quedara callada. A mis hermanos si llegué a golpearlos, de la desesperación que
yo tenía, quería estar sola, quería que no me hablaran.
Me estiraba el
cabello de lo desesperada que estaba, me comía las uñas hasta que me dolieran
mis dedos, de la misma ansiedad que tenía, porque no sabía cómo hacerle para
conseguir la sustancia, porque obviamente muy en el fondo, no quería hacer
cosas que no deseaba, pero al fin terminaba empeñando el DVD, mis cosas,
vendiendo mi teléfono e incluso hasta mi ropa”.
Fueron
muchos detalles los que me hicieron ver que estaba mal, pero me tuve que dar
cuenta yo sola. Muchas veces me quisieron ayudar y no quise.
Hoy
gracias a Dios me siento muy bien, cuando estuve en esa droga tan fuerte que
ahorita está afectándonos a todos los jóvenes, no creía en Dios y ahora mi vida
ha cambiado y me siendo muy orgullosa de mi misma porque lo logré. A muchos les
da temor entrar a un centro de rehabilitación, pero realmente si ayudan y
gracias a Dios, aquí estoy.
Hoy
tengo la capacidad de poder dar testimonio a los jóvenes de que valoren a su
familia. La droga no es la salida. Hay muchas otras maneras de llamar la
atención, como llegar a tu casa con un certificado de una carrera, haciendo
cosas productivas y sanas.
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