Lo difícil es morir y no sobrevivir en el intento



El mundo contemporáneo brinda una infinita gama de posibilidades para morir. Pero estábamos entonces en lo fácil que es morir. Anteriormente, uno podía considerar que su casa era un castillo impenetrable; esos tiempos han quedado atrás, nadie puede estar ya seguro ni en su propio hogar; apenas amanece y uno está a merced de morir electrocutado por la rasuradora, la cafetera o morir asfixiado por los cobertores, sean o no eléctricos, en este caso, con el inconveniente adicional de tener que recoger la ceniza que deja el evento. Pero ahí no acaba todo, al desayunar, uno introduce al organismo tal cantidad de aditivos, conservadores y tal vez pesticidas, que probablemente cada bocado sea el ultimo.
 Salir a trabajar constituye, por supuesto, otro riesgo, y no hablamos del trabajo mismo, sino del hecho de salir únicamente a trabajar: desde un árbol o un semáforo que puede caernos de improviso, un microbusero que transite en sentido contrario o lo haga en el correcto, pero con la actitud errónea o, si uno se va en transporte público, las posibilidades pueden ser más peligrosas: puede morir víctima de un sofoco, atropellado por un taxi, una bicicleta o por un gran danés. Si tiene la ventaja de poseer un empleo, muy probablemente este no se desarrolle bajo las mejores circunstancias, ni siquiera los pobres representantes populares pueden presumir de tener las mejores condiciones laborales: menospreciados, sabedores de que toda su estirpe se encuentra constantemente vilipendiada y, además, obligados a comer en insalubres restaurantes, en ocasiones administrados incluso por narcos, no deben tener el más alto precio por sí mismos y mucho menos por su actividad, solo así puede explicarse que aprueben las iniciativas que todos conocemos y padecemos.
 De ahí en fuera, el porcentaje de la población nacional que puede presumir de tener “un buen empleo” es significativamente pequeño… los dueños de los medios de comunicación no cuentan. Esto nos lleva a la consideración contraria señalada que es cierta: “lo fácil es vivir, lo difícil es (saber) morirse… porque puede ser que, en el fallido intento, uno quede vivo o, probablemente, no tanto”. En este sentido, iría la idea respecto de lo fácil de morir, pero lo difícil de vivir; sin embargo, lo fácil es morir simplemente así; es decir, morir por morir, al igual que, en todo caso, lo fácil seria vivir por vivir. Así que tal vez tu empleo puede ser tu tumba, ya que se convierte en algo tan rutinario que con el paso del tiempo te conviertes en lo que haces y cuando se presentan oportunidades de cambio no tienes el valor de hacerlo.
 De cualquier forma hablar de suicidio pude se ser la mejor manera de terminar con la existencia, pero existe la probabilidad de que falles y que la buena salud de la que gozabas se vea mermada por la decisión que tomaste, y si en esa ocasión tomaste esa decisión por las motivos que fueran ahora el estar limitado tal vez físicamente pudiera complicarse un poco mas; de todas maneras la salida más fácil no va a resolver los problemas por los cuales estés atravesando. La vida, vivir la vida, a veces es brutal. Está llena de tragedia y dolor, de cosas que no podemos controlar y de cosas que, tal vez, podríamos tener, pero que han dejado de estar fuera de nuestro control. Pero no es su momento. “No siempre puedes obtener lo que quieres”.

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