Hacer la ayuda exterior grande de nuevo

 


Autor: Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos

Todo servidor público tiene la obligación con los ciudadanos estadounidenses de garantizar que cualquier programa que financien promueva los intereses de nuestra nación. Durante la revisión exhaustiva realizada por la Administración Trump de miles de programas, y más de 715 mil millones de dólares en gastos ajustados por inflación a lo largo de décadas, quedó claro que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) estaba muy por debajo de este estándar.

USAID tuvo décadas y un presupuesto casi infinito aportado por los contribuyentes para impulsar la influencia de Estados Unidos, fomentar el desarrollo económico mundial y permitir que miles de millones de personas se valieran por sí mismas.

Más allá de crear un complejo industrial de ONG por todo el mundo a expensas de los contribuyentes, USAID tiene poco que mostrar desde el final de la Guerra Fría. Los objetivos de desarrollo rara vez se han cumplido, la inestabilidad a menudo ha empeorado y el sentimiento antiestadounidense solo ha crecido. En el escenario mundial, los países que más se benefician de nuestra generosidad suelen fracasar en corresponder. Por ejemplo, en 2023, las naciones del África subsahariana votaron con Estados Unidos solo el 29 por ciento de las veces en resoluciones esenciales en la ONU a pesar de haber recibido 165 mil millones de dólares en desembolsos desde 1991. Esa es la tasa más baja del mundo. Durante el mismo período, más de 89 mil millones de dólares invertidos en Oriente Medio y el norte de África dejaron a Estados Unidos con índices de preferencia más bajos que China en todas las naciones excepto Marruecos. El gasto de 9.300 millones de dólares realizado por la agencia en Gaza y Cisjordania desde 1991, cuyos beneficiarios incluyeron aliados de Hamás, ha producido agravios en lugar de gratitud hacia Estados Unidos. Los únicos que vivían bien eran los ejecutivos de las innumerables ONG, que a menudo disfrutaban de estilos de vida de primera categoría financiados por los contribuyentes estadounidenses, mientras que aquellos a quienes supuestamente ayudaban quedaban más rezagados.

Esta era de ineficiencia autorizada por el Gobierno ha llegado oficialmente a su fin. Bajo la Administración Trump, finalmente tendremos una misión en Estados Unidos de financiación exterior que dé prioridad a nuestros intereses nacionales. A partir del 1 de julio, USAID dejará oficialmente de implementar asistencia exterior. Los programas de asistencia exterior que estén alineados con las políticas de la Administración, y que promuevan los intereses estadounidenses, serán administrados por el Departamento de Estado, donde se implementarán con más responsabilidad, estrategia y eficiencia.

No nos disculparemos por reconocer que el compromiso de toda la vida de Estados Unidos con la ayuda humanitaria de emergencia y la promoción del desarrollo económico en el extranjero debe estar en función de una política exterior que coloque a Estados Unidos en primer lugar, “America First”.

USAID veía a las Naciones Unidas, las ONG multinacionales y la comunidad mundial en general como su público objetivo, no a los contribuyentes estadounidenses que financiaban su presupuesto o al Presidente que eligieron para representar sus intereses en el escenario mundial. USAID comercializaba sus programas como beneficencia en vez de instrumentos de política exterior estadounidense destinados a promover nuestros intereses nacionales. Con demasiada frecuencia, estos programas promovían ideales y grupos antiestadounidenses, desde la diversidad, equidad e inclusión (“DEI”) a nivel mundial, censura y operaciones de cambio de régimen, hasta ONG y organizaciones internacionales aliadas con China comunista y otros adversarios geopolíticos.

Eso termina hoy, y donde antes había una gama de logotipos no identificables sobre asistencia de emergencia, ahora solo habrá un símbolo reconocible: La bandera de Estados Unidos. Los beneficiarios merecen saber que la asistencia que se les brinda no es una limosna de una ONG desconocida, sino una inversión del pueblo estadounidense.

Igualmente importante, el modelo basado en la beneficencia fracasó porque el liderazgo de estos países en desarrollo desarrolló una adicción. En la investigación realizada por el Departamento de Estado se descubrió que el sentimiento abrumador en los países que anteriormente recibían financiación de USAID es a favor del comercio, no de la asistencia. Después de interactuar con países de América Latina y África, hemos escuchado consistentemente que los países en desarrollo quieren inversión que les permita crecer de manera sostenible, no décadas de apoyo condescendiente gestionado por la ONU o USAID. El Departamento ha escuchado consistentemente lo mismo de personas en estos países: Un hombre zambiano dijo a diplomáticos estadounidenses que sería más útil para sus compatriotas aprender a pescar que recibir pescado suministrado por el Gobierno de Estados Unidos, una mujer etíope dijo que veía los beneficios mutuos de la inversión como superiores a la naturaleza unilateral de la asistencia, y demasiados otros ejemplos para contar.

Los estadounidenses no deberían pagar impuestos para financiar gobiernos fallidos en tierras lejanas. En adelante, nuestra asistencia será dirigida y limitada en tiempo. Favoreceremos a aquellas naciones que hayan demostrado tanto la capacidad como la voluntad de ayudarse a sí mismas y dirigiremos nuestros recursos a áreas donde puedan tener un efecto multiplicador y catalizar inversiones duraderas del sector privado, incluidas empresas estadounidenses e inversión mundial.

Este trabajo ya está en marcha. Ya estamos viendo un progreso tremendo en hacer que la ONU, otros aliados y fondos privados paguen una mayor parte de los proyectos en todo el mundo, un proceso acompañado por el éxito del Presidente en convencer a nuestros aliados de la OTAN de cumplir con sus compromisos de gasto. Estamos consolidando cuentas de asignaciones fragmentadas para crear grupos de fondos más flexibles y dinámicos, eliminando procesos burocráticos para avanzar más rápido y responder a crisis en tiempo real, e implementando nuevos criterios de eficiencia para medir el impacto cuantitativamente. Al fortalecer a los diplomáticos en el terreno a través de oficinas regionales, estamos creando un ciclo de retroalimentación rápida para garantizar que los programas estén alineados con los intereses estadounidenses y las necesidades de las naciones asociadas.

Este modelo también nos colocará en una posición más sólida para contrarrestar el modelo explotador de ayuda de China e impulsar nuestros intereses estratégicos en regiones clave del mundo.

Lo haremos dando prioridad al comercio sobre la ayuda, a la oportunidad sobre la dependencia y a la inversión sobre la asistencia. Para los estadounidenses y muchos en todo el mundo, el 1 de julio marcará el comienzo de una nueva era de asociación mundial, paz, inversión y prosperidad.

Marco Rubio prestó juramento como el 72.º Secretario de Estado de Estados Unidos el 21 de enero de 2025. El Secretario está creando un Departamento de Estado que coloca a Estados Unidos en primer lugar, “America First”.

Para ver el texto original, ir a: https://statedept.substack.com/p/making-foreign-aid-great-again

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