Por:
Víctor M. Quintana S.
Padre
Francisco: no sé si alguna vez llegue a sus manos esta carta. Es un intento
desesperado para comunicarle lo que quieren decirle muchas personas y
organizaciones que luchan por sus derechos en México y en Ciudad Juárez, pero
que han sido obstaculizados por las
burocracias, eclesiástica y gubernamental.
Le
escribimos desde Ciudad Juárez. El día de la Virgen de Guadalupe, mientras en
la Basílica de San Pedro y en el Seminario Diocesano de aquí se anunciaba
oficialmente la visita del Usted a esta frontera el 17 de febrero, un grupo de
ateridas trabajadoras de la empresa LexMark realizaba una conferencia de prensa
en el campamento que instalaron frente a la planta. Bajo una lluvia congelante, entre carpas y
hogueras, las 90 obreras despedidas de su trabajo insistieron en que buscarán,
junto con otros trabajadores y trabajadoras de la industria maquiladora una
audiencia con Usted, nuestro primer papa latinoamericano.
Las
y los trabajadores fueron despedidos porque reclaman se respeten dos derechos
que la Constitución Mexicana les reconoce: el derecho a un salario remunerador
y a la libre afiliación sindical. El primero es definido por la ley como “el
que pueda sufragar las necesidades básicas para una familia: alimentación,
techo, educación, esparcimiento”. Pero con un salario de 700 pesos a la semana,
es decir, con un promedio de 5.88
dólares diarios, o 73 centavos la hora,
una jefa o jefe de familia no puede hacer frente a todas esas necesidades. El
“delito” de este grupo de trabajadores de Lexmark fue demandar un incremento de
6 pesos, -35 centavos de dólar- diarios. La segunda causa del despido es que estos
90 trabajadores y trabajadoras más otros 600 realizaron un paro en la planta
para demandar que el gobierno reconozca su sindicato independiente. En México,
los sindicatos afiliados al PRI, tienen el monopolio de la representación de
los obreros. Usted bien sabe que, no sólo la Constitución mexicana, sino la
propia Doctrina Social de la Iglesia consagra estos derechos básicos de las y
los trabajadores.
Así
viven los trabajadores de Ciudad Juárez: con estos ingresos tan precarios, con
estas amenazas y sanciones cuando quieren organizarse libremente, sin
guarderías para sus hijos, con traslados de una y hasta dos horas en pésimo
transporte urbano y en viviendas precarias de 45 metros cuadrados. Por eso nos extraña
que se anuncie que Usted, Padre Francisco, tendrá una reunión con empresarios
en Juárez y no con los cientos de miles de trabajadores en situación de
pobreza.
También
nos llama la atención que quienes organizan su visita a Ciudad Juárez no le hayan propuesto,
conociendo su sensibilidad y su compromiso, una reunión con las miles de víctimas de la violencia. Hace
cuatro años y medio el poeta católico Javier Sicilia, dirigente del Movimiento
por la Paz con Justicia y Dignidad,
realizó la “Caravana del Consuelo” desde Cuernavaca hasta Ciudad Juárez,
Lo hizo porque considera a esta ciudad “El Epicentro del Dolor”: tan sólo entre
2008 y 2012 hubo aquí 10 mil 24 ejecuciones, con una tasa anual de más de 200
homicidios por cada 100 mil habitantes, la más alta del planeta. Estos
arrojaron más de diez mil huérfanos y más de cien mil personas desplazadas. Si
en México pudiéramos hablar de una “capital de las víctimas”, sería Ciudad
Juárez.
Fue
en Juárez donde por primera vez se encendieron los “focos rojos” por el
problema de los feminicidios desde 1993. Según la Red Mesa de mujeres entre ese
año y 2013 se asesinaron mil 437 mujeres
en esta frontera. A pesar de que desde 2009 la Corte Interamericana de Derechos
Humanos emitió una sentencia contra el Estado Mexicano a partir del hallazgo de
ocho cuerpos de mujeres en el Campo Algodonero, la mayoría de los asesinatos de
mujeres siguen impunes. Como siguen intactas las redes de trata de personas,
responsables de buena parte de las desapariciones y asesinatos de muchachas.
También
los jóvenes han sido las principales víctimas de estos años de violencia en
Ciudad Juárez. La gran mayoría de los homicidios dolosos son de personas
menores de 30 años. Son los jóvenes quienes
más sufren las detenciones ilegales de las fuerzas del orden, la tortura
durante los interrogatorios, las desapariciones forzadas. Contra ellos se
concentra la exclusión escolar, laboral, en los servicios de salud, en la
atención y prevención de adicciones.
Juárez
ha sido el espacio urbano de los feminicidios
de los juvenicidios y también del familicidio.
Usted comprenderá, muy bien, Padre Francisco, que con estas condiciones de
violencia, de precariedad, de salarios de miseria, de triples jornadas, de
viviendas ínfimas e ínfimos servicios de cuidado, también la vida de la familia
agoniza, se torna áspera y violenta.
A
pesar de todo esto, ni las mujeres, ni las y los jóvenes, ni los trabajadores
ni las víctimas de la violencia en general han merecido hasta ahora la atención
de quienes organizan su visita a nuestra vulnerada pero muy querida Ciudad
Juárez. Ni siquiera está prevista una parada ante el
memorial de las víctimas de los feminicidios,
donde se encontraba el Campo Algodonero.
Tanto
las familias de las personas desaparecidas, como los agricultores organizados
en El Barzón han solicitado audiencia con Usted ese día, Padre Francisco. Ojalá
lleguen a sus manos esas cartas. Lleguen o no, ahí estarán esas organizaciones
para darle nuestra más cariñosa bienvenida. Los campesinos barzonistas están
organizando una peregrinación –esta vez no es una marcha de protesta- con
tractores y caballos para formarle una valla
y compartirle su problemática aunque sea con pancartas alusivas.
Nunca
habíamos sentido el acompañamiento de un Papa en los sufrimientos y también en
las esperanzas de la gente que luchan por tierra, trabajo y derechos, como con
Usted. Por eso tenga la seguridad que estaremos para darle la bienvenida el
próximo 17 de febrero y pedirle la bendición para nuestras luchas.
Pocos
sitios como Juárez para arrancar la Revolución
de la Ternura, a la que Usted paternalmente nos invita.
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