Por: Víctor M. Quintana S.
El primer viento sopló el 23 de
septiembre de 1965. Ese día un grupo de jóvenes guerrilleros buscaron la
transformación de un país injusto y excluyente por la única vía que según sus
convicciones les había dejado el sistema político mexicano: la de las armas.
Comandados por el Doctor Pablo Gómez y el maestro Arturo Gámiz, 11
combatientes, bien pertrechado de ideales, análisis y mística, pero
con armas de bajos calibres y poca potencia asaltaron el cuartel militar de
Ciudad Madera, Chihuahua. Al final se impusieron la superioridad numérica y
táctica del Ejército. Resultaron muertos, además de los dos
dirigentes: Oscar Sandoval Salinas, Emilio Gámiz García, Miguel Quiñones
Pedroza, Rafael Martínez Valdivia, Salomón Gaytán y Antonio Scobell Gaytán, y
varios militares. Al enfrentamiento sobrevivieron cinco guerrilleros, cuatro de
ellos participantes del ataque directo al cuartel.
A cincuenta años de distancia, y
ante la diversidad de actos conmemorativos de aquella gesta: películas, obras
de teatro, ediciones y presentaciones de libros, ceremonias luctuosas, es
conveniente realizar un breve es conveniente pensar qué de aquel movimiento
pervive y qué ha cambiado.
1.El
ataque al cuartel de Madera fue el desenlace trágico y heroico de un amplio
movimiento campesino por la tierra, contra los latifundios como el de Bosques
de Chihuahua y los grandes predios ganaderos, conducido por la Unión General de
Obreros y Campesinos de México (UGOCM).
Ante la traición del PPS, al pactar con el Gobierno y ante la represión de
éste, la dirigencia en Chihuahua se
radicalizó y optó por las armas.
Finalmente, el Gobierno Federa tuvo que repartir cientos de miles de
hectáreas entre los campesinos, pero lo hizo corporativamente, a través de la
CNC.
Ahora el movimiento campesino ha modificado su
demanda por tierras: reclama sus territorios, con todo el cúmulo de
biodiversidad, recursos naturales, agua y significados que contienen, ante el
embate de las empresas trasnacionales de la minería, de la extracción de gas
shale, contra los proyectos turísticos, forestales e hidroeléctricos que se
apoderan y destruyen a las comunidades campesinas e indígenas.
2. En Madera 65, fue clave la participación de lo que el Prof. Rogelio Luna Jurado llama
“el Normalismo Revolucionario”: ese movimiento social
“de asimilación del marxismo, con características democráticas y
revolucionarias, que es identificable con rasgos propios regionales en
Chihuahua durante los años de la década de los cincuenta y primera mitad de los
sesenta. Este movimiento se nutrió principalmente de estudiantes normalistas y
de profesores egresados de las normales, preparados por los maestros influidos
por el cardenismo”.
Ahora, a pesar de los
múltiples ataques, de la represión y del desprestigio de que ha sido objeto, y
también de algunos errores propios, el Normalismo Revolucionario sigue vigente,
sobre todo en los estados más pobres del
país. Tan vigente es que uno de los ejes de la coyuntura actual del país es,
sin lugar a dudas, el movimiento por la presentación con vida de los 43
estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero,
desparecidos el 26 de septiembre del año pasado. Septiembre tenía que ser.
3. El
ataque del grupo guerrillero al cuartel de Madera fue, con el Movimiento Médico
de ese mismo año, y posteriormente, el Movimiento Estudiantil-Popular de 1968,
la manifestación de la crisis del modelo del desarrollo estabilizador, de la
agonía del “milagro mexicano”, al revelar la exclusión de grandes sectores de
los beneficios del desarrollo y de la participación democrática.
Ahora, por todos los
rumbos de México emergen expresiones muy diversas, de muy diversos sectores
sociales, que manifiestan ya no la crisis, sino el colapso total del modelo
económico y político impuesto por la oligarquía a este país. Los grandes
problemas de exclusión, de pobreza, de opresión que denunciaron Pablo Gómez,
Arturo Gámiz y sus compañeros no se han solucionado en lo esencial: los 55 millones
de pobres que hay en México ahora exceden en 10 millones a la población total
del país en el momento de la rebelión´. Ha habido transición a la democracia,
es cierto, pero tullida sustancialmente por la corrupción y la complicidad de
los gobiernos con los grandes poderes legales e ilegales.
4. En
1965 en Chihuahua había un clima de polarización social, atizado por la
propaganda anticomunista, que hacía que el empresariado, algunos medios de
comunicación, la jerarquía católica y otros grupos de la clase dominante se
aglutinaran para demandarle mano dura contra las protestas de normalistas,
universitarios y campesinos, a gobernador Giner, que se consideraba el último
bastión contra la amenaza comunista.
Ahora, la polarización
que recorre Chihuahua es muy diferente: el Gobernador ya no aglutina a su favor
más que a una parte de su partido y a sus socios de negocios. En el otro polo,
se ubica el amplio espectro de organizaciones sociales, ciudadanas, campesinas,
derecho humanistas, de mujeres, de partidos de verdadera oposición que demandan
fin al autoritarismo, la corrupción y la
impunidad que desde la cúpula del Ejecutivo ha derramado a los otros dos
poderes e incluso a los organismos antes denominados autónomos.
La superioridad en
efectivos, en armas y en táctica de los militares terminó por imponerse aquel
23 de septiembre de 1965. Sin embargo, ética y estratégica de
aquellos valientes se ha mostrado a lo largo de estos cincuenta años: su
rebelión ha sido uno de los referentes ineludibles para todas y todos quienes a
lo largo de este medio siglo hemos luchado en muy diversas trincheras:
campesinas, feministas, indígenas, estudiantiles, de deudores de la banca, de
defensa de los recursos naturales. De aquellos primeros indignados se nutre
fuerte la el vendaval de indignación que sacude el país cincuenta años después.
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