Por: Víctor M. Quintana S
Puericidio, es el término que encontré para hablar del asesinato de niño
Christopher Márquez Mora, en Aquiles
Serdán el pasado 14 de mayo, perpetrado por dos
niñas y tres niños de edades que oscilan entre los 12 y los 15 años. El crimen del menor de seis años, llevado a cabo con
extrema crueldad sólo puede comprenderse si se considera que para llegar a ello
hubo un proceso que fue matando la humanidad de sus victimarios-victimas. Los
niños y niñas que “jugaron al secuestro”
con él y luego lo mataron a golpes y a puñaladas ya estaban muertos al
agredirlo mortalmente.
Porque en la colonia donde viven, Laderas de San Guillermo, conurbada
con la capital del Estado, es de esos espacios donde clara se viven la
producción y la reproducción ampliada de
la violencia. Surgió durante el auge del negocio de la vivienda de gobiernos
anteriores: casas precarias, pavimento malo, en franco deterioro o desaparecido.
Parques sin árboles, de puro terregal. Tan sólo en la ciudad de Chihuahua hay diez mil casas
abandonadas porque sus propietarios ya no pudieron pagarlas. Ahora están
vandalizadas, convertidas en centros de
reunión y de intoxicación de las bandas de jóvenes y no tan jóvenes. Pésimo servicio de transporte urbano que hace
interminables y extenuantes los traslados a los parques de la industria
maquiladora en la ciudad de Chihuahua. El propósito básico de estos
“desarrollos de vivienda” fue el lucro de los fraccionadores, constructores y
gobernantes.
El Ayuntamiento de Aquiles Serdán está totalmente
rebasado para la provisión de servicios públicos adecuados a una población y a
una superficie construida que de pronto se le multiplicó varias veces. Un
puñado de agentes policiales y unas dos o tres patrullas son a todas vistas
insuficientes siquiera para hacer los rondines rutinarios. El equipamiento de
servicios sociales es prácticamente inexistente: en Laderas no hay siquiera
escuela primaria; mucho menos centros comunitarios o programas de atención a adicciones.
Las estrechas, polvosas y hoyudas calles, lo mismo que los cauces secos de
múltiples arroyos se convierten en el lugar de socialización por excelencia de
las y los niños desde que pueden traspasar la puerta de su casa. El DIF no
cumple sus funciones, no realiza ninguna labor preventiva de la violencia hacia
los niños, pero van varios casos en que los sustrae injustamente de sus
familias. Otras veces se los quita a las
madres trabajadoras para entregárselos a los padres violadores.
Porque en Laderas de San Guillermo, como Riberas del Bravo en Ciudad
Juárez el perfil social y humano es el mismo: abundancia de familias
monoparentales, sobre todo de madres solas;
padres ausentes, jornadas extenuantes para jefas y jefes de familia, 9
horas de trabajo y al menos tres de
transporte; presencia de puchadores y narcomenudistas. Impunidad de ellos, de
los ladrones, de los violadores, complicidad frecuente de la policía.
Por eso el asunto no es identificar a los tres niños y dos niñas que
fueron los autores materiales del infanticidio de Christopher, cuyo padre
recién de un infarto fulminante, cuyo
hermano menor tiene que ser cuidado día y noche por la madre por su grave
condición de incapacidad. El asunto es identificar a los autores
intelectuales de los horrendos crímenes.
Los autores
intelectuales del infanticidio de Cristopher Márquez y del homicidio espiritual
de quienes le dieron muerte física son los gobiernos que no tienen ningún
programa de desarrollo social y humano, que gastan más en su imagen que en atención a las niñas
y niños, que fomentan fraccionamientos como Laderas de San Guillermo, sin
opciones de vida comunitaria, cultural y deportiva,
con transporte urbano caro, malo y escaso. Quienes imponen un modelo económico
de sobre trabajo e infrasalario, con jornadas que dejan poco para la sana
convivencia y un estrés permanente que
tensiona y violenta las relaciones familiares y comunitarias.
También contribuyen a este asesinato espiritual
quienes van construyendo en la mente de las personas, sean niños, jóvenes o
adultos, la llamada “cultura de la violencia: quienes llenan la televisión y el cine de contenidos
violentos, quienes fabrican videojuegos donde la meta es matar y donde se puede
tener "muchas vidas"; donde la violencia asesina se ha convertido en
algo banal y la crueldad en un récord a rebasar. Son
también los criminales exitosos por la impunidad que se les brinda y que se
convierten en modelos a seguir de niños y jóvenes porque en este país la
injusticia y la corrupción han convertido la transa y el crimen en los únicos
medios para superar las cada vez mas desesperantes miseria y desigualdad.
Tampoco están exentos de responsabilidad los padres y madres que agobiados de
cargas o enajenados por los escapes fáciles del alcohol o la televisión
descuidan a sus hijos o dejan de exigirle al Estado que les haga efectivos sus
derechos.
Los parientes y amigos de la familia claman por un
castigo ejemplar para quienes asesinaron a Cristopher. Exigen cárcel y pena
corporal para todos. Ha habido incluso llamados al linchamiento de los padres
de los cinco muchachos. No quieren escuchar hablar de ley ni de derechos, ni de
edad penal, ni de inimputabilidad. ¿Y por qué habrían de hacerlo si no sólo
Cristopher, sino ellos mismos son víctimas continuas de atropellos en sus
derechos laborales, cívicos y sociales? ¡Qué difícil hablarles del respeto a la
ley cuando todos los días son las autoridades, de la más a la menos poderosa,
quienes más la quebrantan¡ ¡Qué imposible explicar que los propios niños
victimarios son a su vez víctimas¡
Devenidos psicosociólogos espontáneos, los voceros de
las autoridades atribuyen estos terribles hechos a la “descomposición de la
sociedad”. Diagnóstico facilón y cobarde. Porque es desde todos los niveles de
gobierno donde se han puesto en marcha y tolerado las políticas que desgarran,
descomponen, , pudren las relaciones sociales y dañan irremisiblemente a
nuestra niñez.
Así puede explicarse el puericidio masivo que ocurre
en este México globalizado y neoliberal. La crueldad con que se ultimó a
Cristopher, esa ni siquiera tratar de explicarla, como bien apunta Javier
Sicilia.
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