Por: Víctor M. Quintana S.
Lo que en otros países es anormal en México
se ha vuelto normal. No se van a cambiar las inercias, las enquistadas
situaciones de facto porque hay elecciones federales y locales. Pero que tampoco se diga que el
proceso electoral de 2015 se desarrolla dentro de la “normalidad democrática”.
Porque en este país la democracia en todas sus acepciones, incluso en la más
mínima, se atropella, se violenta todos los días. Y las condicionantes para que
la gente se anime a emitir su voto y si se anima, a que lo haga con libertad,
se cuentan por decenas. Aunque el INE no lo vea.
Vayamos de lo menos a lo más. En muchas
partes del país, Chihuahua cuando menos, la propaganda induce al tripartidismo.
Los dos partidos con más recursos, el PAN y el PRI, dominan las campañas “por
aire”: tienen la mayoría de los spots; pueden añadir mensajes locales a las
pautas nacionales; contratan la mayoría de los espectaculares. Como que la
izquierda da por perdido el norte y concentra sus muchos o pocos recursos,
según el caso, en el centro y en el sur de la República. Sólo el hartazgo
informado y responsable puede conducir a los apabullados votantes a buscar
otros partidos, otros candidatos casi invisibles.
La legislación electoral sobre medios y
sobre todo la práctica han logrado combinar inequidad con saturación. Además
del fárrago, principalmente auditivo, de la propaganda partidaria o del INE,
muchos medios sólo entrevistan a candidatas y candidatos si se les compran
espacios. Los abanderados del PRI sistemáticamente rehúyen los debates y, las
pocas veces que éstos se llevan a cabo, son imposibles el intercambio y la
discusión entre los diez representantes de partido.
El PVEM sigue haciendo gala de espectaculares,
de anuncios en los taxis y en los puestos de periódicos. Siguen llegando al
domicilio de un ciudadano sí y otro también las tarjetas de descuento verde
“sólo para afiliados”, sin que uno haya autorizado que proporcionen su
dirección ni mucho menos que lo consideren como potencial tributario de esta
corrupta franquicia familiar. Los verdes siguen disfrutando de total impunidad.
En todo caso se dan el lujo de comprarla pagando las leves multas que se les
aplican. El cada vez más sumiso a los partidos de Peña, Lorenzo Córdova,
presidente del INE, señala con una lógica según él contundente: “Si quieren que se le quite el registro, que
no voten por él”. Si vamos a dejar que la operación del omnisciente mercado
político opere como señala el neo-neoliberal político Córdova, ¿para qué gastar
tanto dinero en sueldos como los de él? ¿En gastos de representación, choferes
y demás privilegios para los consejeros y funcionarios de su instituto?
El INE también es incapaz de dar
seguimiento a los gastos de campaña, sobre todo del PRI, el que más se
aprovecha de puestos de gobierno, de programas, de entrega de televisiones
plasma, de láminas para techo, de tinacos, de tarjetas de descuento como las
del Verde. Impone farragosas y complicadísimas formas de controlar y auditar el
gasto de los centavos, pero detrás de él los partidos de Peña Nieto
despilfarran los millones sin ninguna regulación.
No sólo son las graves condicionantes
endógenas al proceso electoral. En la mayor parte del territorio de Chihuahua,
por ejemplo, es peligroso andar en la carretera después de las ocho de la
noche. Hace unos días unos jóvenes dirigentes de MORENA fueron detenidos por un
retén ilegal en una autopista del noroeste del estado. Tuvieron que pagar su
“cuota” para que los dejaran continuar su camino… en una rúa que, sin embargo,
es patrullada día y noche por la Policía Ministerial del Estado. Seguramente
esto no le sucede al convoy de suburbans de
los candidatos tricolores.
El miedo domina en muchas poblaciones del
campo chihuahuense. La gente teme organizarse, expresarse, participar
públicamente. A más invisibilidad mayor protección, piensan. Y no en vano: tan
sólo en el municipio de Cuauhtémoc, el Centro de los Derechos Humanos de las
Mujeres (CEDEHM) tiene documentadas más de 900 desapariciones forzadas. No cabe
duda que el proceso electoral estará vigilado, más que por el INE, por los
efectivos del crimen organizado. Ellos, sin incurrir en violaciones manifiestas
a la ley, pueden inclinar definitivamente la balanza por uno u otro candidato.
Elecciones sub armis, bajo las armas.
Los narco bloqueos y enfrentamientos en Reynosa, en Tampico, en Morelos, en
Jalisco, en Sonora y Sinaloa y en Guerrero nos cuestionan cómo esta
“normalidad” va a impactar en la voluntad de los votantes.
Las denuncias por la corrupción de los gobernantes se minimizan
en estas campañas tanto como el percudido logo del PRI. Las casas en las Lomas
de Chapultepec, las constructoras consentidas del sexenio, los duartes, los
padrés, los moreiras, los aguirres, se
olvidan porque ahora todo candidato o candidata se dice acérrimo partidario del
“Sistema anti corrupción”. Para muchos llegar a la Cámara de Diputados es
indulgencia plenaria o amnistía total de corruptelas pasadas y presentes.
Inequidad, impunidad, saturación de
propaganda, interferencia del crimen organizado, temor… éstas son solo algunas
de las circunstancias que pesan fuerte en el proceso electoral en curso. Y no
van a poder amortiguarse al menos con tan sólo escritos, oficios, recursos de
la representación de los partidos políticos en el INE; son necesarias acciones
decididas de los propios partidos y de la ciudadanía.
Post
scriptum: El sábado pasado se constituyó el grupo de Observadores Nacionales
que acompañará al Movimiento Chihuahuense Unión Ciudadana en su lucha contra la
corrupción y en su denuncia contra el gobernador César Duarte. Gracias a ellos
ahora se evitó una agresión contra la Marcha del Silencio, pero no las
descalificaciones verbales de los gatilleros a sueldo, ni la minimización del
contingente que participó con entusiasmo.
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